Cuando una mujer perdona by Eleanor Rigby

Cuando una mujer perdona by Eleanor Rigby

autor:Eleanor Rigby [Rigby, Eleanor]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 2020-04-08T16:00:00+00:00


Rowen tragó saliva al recordar cuál era el fondo de la canción.

—¿Por qué la jovencita se casa con otro? —murmuró Johnson, contrariado—. No lo entiendo.

—La canción no lo explica.

—A lo mejor la obligaron —pensó en voz alta.

—O tal vez prefiriese a su prometido.

—Johnson, ven aquí ahora mismo —interrumpió Lillias en tono autoritario.

El corazón se le paró de golpe. Como si lo hubiera atizado con un látigo, Rowen se levantó torpemente y enfrentó a la mujer que extendía una mano hacia el pequeño.

No lo había mirado a la cara desde que apareció, y decidió hacerle entrega de ese regalo y a la vez condenarlo en el mismo segundo: Lillias levantó la mirada hacia él y sus ojos se cruzaron con la intimidad de los que guardan secretos del otro.

A pesar del dolor que colocó una piedra más sobre su pecho roto, una parte de sí liberó en un suspiro de alivio todo ese aliento que su belleza le había robado. El sol pálido de la mañana la respaldaba, enmarcando una figura frágil y femenina que él había memorizado en su juventud. Ni el contraluz podría quitarle protagonismo a la delicadeza de su rostro, a sus ojos felinos, a sus labios entreabiertos.

Rowen no pudo moverse. Al igual que cada vez que se la cruzaba en un pasillo, la combinación de deseo y congoja lo fulminaba.

—Pídele perdón al señor Carmichael por haberlo molestado mientras trabaja —le ordenó Lillias con suavidad.

—No me molestaba —repuso él en voz baja. Tragó saliva y se palmeó los muslos y las caderas nerviosamente, como si así pudiera disimular cómo se sentía—. Lo pasábamos bien, ¿verdad?

—¡Sí!

Rowen estiró la mano para rozar la cabeza del pequeño, pero en el último momento la retiró, superado por las emociones. Aguantando un suspiro, aseguró:

—Johnson es un buen muchacho.

La afirmación sorprendió a Lillias, cuya actitud defensiva ya había denotado en otras ocasiones que veía a Rowen capaz de arremeter contra un inocente. O quizá no: no parecía tensa porque temiera por su hijo, sino por otra razón. ¿Cuál, entonces? ¿Sentía simple compasión por él y no quería exponerlo al sufrimiento de tratar con ellos a diario? Eso sonaba mucho más a algo que ella sentiría… o a lo que creía que ella sentiría.

A fin de cuentas, ¿qué era lo que sabía, después de todo?

Nada.

Estaba frente a una desconocida que, por desgracia, le sonaba demasiado familiar.

—Me ha enseñado una canción, mamá —exclamó el muchacho, mirándola con una sonrisa de oreja a oreja—. Dice que es tu favorita.

Lillias le devolvió el gesto, carente de la ilusión que desbordaba el crío. Con la timidez que lo había cautivado casi veinte años atrás, ella levantó la mirada hacia él.

—Es bonito que se acuerde —susurró.

Rowen apretó la mandíbula, reprimiendo el grito que llevaba semanas arañándole en su pecho.

—Claro que me acuerdo.

Ella apartó la mirada y él se sintió como si le hubieran arrebatado el suelo sobre el que pisaba. Un impulso no menos poderoso que el que casi hizo que estrangulara a Blake estuvo cerca de convencerlo de cogerla



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